lunes, 3 de junio de 2019

TENERSE A UNO MISMO.

© Justo Félix Olivari Tenreiro.

“La presencia del miedo, la duda o el deseo causan agitación. Casi nunca deseamos lo que estamos seguros de tener; el deseo es una forma de miedo que nos lleva a creer que no vamos a alcanzar nuestro objetivo”. Carol K. Anthony. (Guía del I Ching, Hexagrama LII, El Aquietamiento, línea IV).

¿Cuántas veces hemos asociado plenitud con alguna vaga idea de tenerlo todo? Todo lo que erróneamente creemos que nos completará, poniendo la felicidad y la paz de mente y corazón en algo o alguien que mágicamente cambiarán nuestra existencia…

¿Se puede estar en reposo con ausencia de deseo sabiendo al mismo tiempo lo que nos gustaría conquistar, alcanzar, completar? Por momentos tengo atisbos de lo posible que resulta eso. Y si aun no he alcanzado muchas de esas metas, ¿qué es lo que me mantiene en ese estado de tranquilidad interna?

El saber que me tengo a mí.

En la carencia, suplicamos por ser elegidos, por la respuesta positiva de ese otro que sentimos nos va a traer la felicidad perdida. Si estoy lleno de mí, siempre elijo… Y la elección primordial bien puede ser no querer vincularme desde ese lugar de necesidad y escasez…

Saber que a Dios gracias, o gracias a mí, tengo todas las herramientas habidas y por haber para sortear y sanar todas las dificultades internas que no me han permitido aun gozar de otra realidad, la que estoy creando siempre.

Ver la estupenda dinámica con la que puedo transformarme, transformar mis realidades económicas, laborales, vinculares, relacionadas a mi territorio, a mi salud física…

Entonces ya no hay deseo. Sólo certezas en mi buen caminar de la mano del Maestro, la humildad que me inunda al dejarme guiar. El vacío del miedo, encaminado hacia el estado de inmovilidad, una mente serena, un corazón sosegado… 


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