sábado, 1 de junio de 2019

VERDADES A MEDIAS.

© Justo Félix Olivari Tenreiro.

Tantas veces has leído frases como estas: “No busques en otra persona lo que no has podido lograr tú mismo”, “No esperes que una pareja te de lo que tú no tienes”, “Aprende a encontrar en tu interior la compañía que no te llega de afuera”, etc., etc.

Las leo y me pregunto: entonces, la Casa VII de una carta natal, ¿para qué está?

Esa Casa VII es la que nos habla de aquello que “nos complementa”. Si tuviéramos la obligación de hacer todo por nosotros mismos, y desarrollarnos de manera totalmente autónoma, pues no tendría sentido que esta área de vida existiera dentro de un mapa astral.

Comprendo la buena intención que está detrás de esas citas; la idea es que no vayamos por la vida apoyándonos de manera totalmente dependiente en un otro. Pero se prestan a una enorme confusión.

Si soy una persona muy “neptuniana”, con poca estructura y bastante desorganizada, puedo relacionarme, tranquilamente, con alguien que tenga cualidades capricornianas de orden y “pies en la tierra”. Si mi situación económica nunca ha sido muy floreciente, podría atraer a un ser que tenga ya trabajada y desarrollada la cualidad taurina que le facilita el buen manejo de la materia (dinero).

Si soy alguien muy volcado a lo racional y analítico, seguro que no sólo me sentiré atraído, sino que además podré entablar un vínculo de pareja con una persona muy “esotérica”, que ame los mundos simbólicos y “psíquicos”.

Todas las generalizaciones son peligrosas, desde el momento en que cada uno de nosotros somos absolutamente único e irrepetibles… Y es eso precisamente lo que nos muestra nuestra carta natal: nos habla claramente de cuál es nuestra particular impronta energética, de quiénes somos, lo que incluye cuál es nuestra propia y específica forma de vincularnos.

Las relaciones de pareja son el más hermoso, sublime y sagrado espacio para aprender a desarrollar aquello que todavía no hemos podido integrar. Y permitirle a mi compañera, además de todo lo otro que me regala día a día con su presencia, que también sea mi maestra, requiere de mi parte de una humildad mayúscula…


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