El estudio o simple abordaje de la Astrología requiere que
hagamos un esfuerzo consciente por ir más allá de esa dualidad por la que
nuestra mente pareciera tener fascinación. (Los argentinos somos expertos en
dualidades, ya que con nuestro Ascendente en Libra TODO o casi todo lo vemos
fatalmente disociado).
Una de las cosas que más cuesta incorporar como concepto es
precisamente que la Astrología es “Y”. Que, por ejemplo, un planeta en una Casa
o en Signo puede significar y representar varias cosas al mismo tiempo.
A partir de la nota sobre el Ascendente en Escorpio que subí
días atrás, se generaron muy interesantes debates respecto a la responsabilidad
o inocencia que nos compete por haber atravesado determinadas situaciones
traumáticas y muy dolorosas a lo largo de nuestra existencia.
El principio rector energético en el que todos estamos
atrapados dice que si, por el motivo que fuere, no logro asumir un determinado
arquetipo, o rechazo alguna de las doce energías del Zodíaco, esta se
presentará con una potencia inusitada ante mí, para llamar mi atención con la
intención de que me avenga a integrarla de una buena vez. Vendrá a visitarme la
cara más básica y rudimentaria de esa energía.
Esto, que puede resultar más o menos incómodo para quien
tenga que asumir energías “suaves” como Cancer o Piscis, adquiere una dimensión
poco menos que trágica y devastadora para aquellos que tienen que abrirse a
Aries o Escorpio, desde el momento que lo que vendrá como “destino” serán
situaciones de violencia, abusos, maltratos físicos y emocionales, muertes
naturales o suicidios, extorsiones, etc. …
Ya sabes, entonces, cuál es el origen de todas esas escenas
que te han tocado transitar. Ahora bien, si cuando sufriste abuso sexual eras
un niño, ¿qué responsabilidad tuviste en ese suceso? En principio, claro,
ninguna. Eras y eres inocente. No tenías edad para comprender lo que ahora
estás leyendo, no tenías la posibilidad de evitar eso desde un lugar
consciente.
La firme convicción de que soy un Alma encarnada en
sucesivos cuerpos y eligiendo diferentes experiencias para aprender
determinadas cosas en distintas vidas, es lo que, a mí, en lo personal, me ha
evitado caer en el lugar de víctima, algo que, ante situaciones desgarradoras
como las descriptas, se puede ver como razonable.
No tiene la menor importancia para mí saber o intentar
averiguar qué hice en encarnaciones anteriores; me alcanza y me sobra con saber
que lo que me sucedió, por más terrible y siniestro que haya sido, y por más
que haya sido un niño cuando eso sucedió, lo eligió esa Alma que soy, ya que
esas experiencias eran vitales para mi aprendizaje. ¡¡Nada de lo que atravesé
es consecuencia de mis vidas pasadas, no estoy pagando ningún karma!!
Pero acá surge la primera dualidad: si lo atraje yo,
¿entonces el abusador es inocente? Definitivamente NO.
Una de las dualidades más nocivas y al mismo tiempo más
extendidas en el Planeta es la de “víctima-victimario”. O sea, si hay un
culpable, hay un inocente. Si nos movemos, mejor, hacia el concepto de
RESPONSABILIDAD, podremos ver que siempre, pero siempre, la misma es
compartida, sea lo que sea que suceda.
Necesitaste ese abuso sexual para abrazar y comprender lo
escorpiano. Del mismo modo que si ahora entra alguien a tu casa con un arma de
fuego y se roba todo lo que está dentro de ella, es tuya la responsabilidad de
preguntarte qué te pasa, por qué estás negando en ti la energía de Aries,
relacionada a la violencia y al no registro del otro. Eres, en definitiva, tan
responsable y tan partícipe de esa situación como el mismísimo ladrón. No eres
víctima, tampoco culpable. La palabra es, otra vez “responsabilidad”.
Y aun siendo responsable, co-partícipe de lo acontecido, te
asiste todo el derecho del mundo de denunciar al malhechor. UNA COSA NO QUITA
LA OTRA. Tú asumes tu responsabilidad por no haber integrado la energía ariana,
y el ladrón deberá asumir la suya, en el plano legal, pagando por el delito que
cometió.
La única forma de evolucionar es haciéndonos cargo de TODO
lo que sucede en nuestra vida. Pero cuando te asalte la culpa (ese veneno
apestoso que tanta gente está deseando que te intoxique), o el complejo de
víctima (otro flagelo universal), recuerda que la mejor forma de cambiar
nuestra realidad, y de dejar de atraer como imanes escenas desagradables, es
asumiendo que el mando y el poder para que las cosas sean de otra manera reside
en ti.
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