Cuando estudiamos las diferentes lunas en astrología,
comprendemos que la posición de cada una por Signo nos relatará el vínculo
inicial de un niño con su madre, o con la persona que esté a su cargo
cumpliendo ese rol. También, en el mejor de los casos, nos contarán que,
básicamente, más allá del desempeño de esa madre, lo que cada Luna describe es
la percepción que el niño tiene de ella, o sea, se trata de una mirada, de un
registro con un alto grado de subjetividad.
Del mismo modo podríamos estar en presencia de una visión,
por parte de esa criatura, con similares características respecto a la figura
de su padre. Esto sí que está muy poco conceptualizado, se habla muy poco de
esto, por no decir casi nada.
Más allá de que muchos astrólogos buscan a la figura de papá
en el Sol, en lo que a mí concierne suelo posar mi mirada básicamente en el
planeta Saturno. Su ubicación por Signo, Casa y aspectos, si los hubiere, es
muy clara a la hora de observar las características de este, y de cómo el
nativo pudo haberlo concebido, de cómo lo registró.
Es muy raro ver que alguien ponga en duda este asunto. No he
visto a nadie poner en discusión o relativizar lo que una persona siente y
relata sobre su Saturno (padre) natal. Pero acá la subjetividad está tan a la
orden del día, en tantísimos casos, como sucede con la Luna. Damos por sentado
que papá era así, que papá es o era tal cual como nosotros sentimos su
presencia, o ausencia, en nuestras vidas.
Meses atrás estábamos viendo con una alumna la Carta Natal
de su hija. Cuando veo a su Saturno en cuadratura al planeta regente de su Casa
lV le pregunto qué le había pasado a su marido con esa niña. Seguramente ella
lo sintió, lo experimentó como un padre castrador y muy limitante, pensé,
teniendo la confirmación por parte de su madre. “Mi marido la amaba y la ama
con todo su corazón. Pero era nuestro primer hijo, y encima mujer, y él vivía
con miedo, aterrorizado de que le pasara algo, o de que se lastimara, ya que
ella desde muy chica era muy intrépida, muy arrojada y un tanto salvaje.
Entonces su forma de cuidarla era controlándola por demás, estando todo el
tiempo encima de ella por ese gran temor que lo inundaba”.
Ese padre “castrador” sólo era alguien muy amoroso, y muy
asustado…
Una de las situaciones clásicas de una Luna en Capricornio
es la del rechazo, liso y llano, por parte de alguno de los progenitores hacia
ese bebé. Y generalmente sucede como consecuencia de que alguno de ellos
deseaba un hijo del sexo opuesto…
Pero también he visto lunas capricornianas relacionadas a
que mamá luego de parir se dispuso a terminar una carrera universitaria, por
ejemplo, poniendo mucha libido en esa empresa, y restando atención nutritiva a
su vástago. El niño seguramente habrá sentido una frialdad importante, como
suele suceder con esta posición lunar, pero el origen de ese sentir estaba, en
este caso, muy distante de un rechazo directo hacia él…
Del mismo modo alguien pudo haber nacido en un hogar con
importantes carencias materiales. Papá, entonces, con todo el amor por sus
hijos y por la madre de ellos, salió a trabajar doce horas por día para llevar
el pan a su hogar… Y alguno, o muy posiblemente todos sus hijos, lo hayan
vivenciado como “ausente” … Cuando su presencia se hacía palpable en cada plato
de comida que se llevaban a su boca, y en cada prenda de vestir que usaban
habitualmente…
En los posts que subí en los últimos días he compartido lo
que para mí es una necesidad urgente e imperiosa: abandonar ya la postura
existencial de víctimas. Este escrito es una invitación entonces a intentar ir
un poco más allá de lo “evidente”: papá ausente, papá abandónico, papá
limitante, etc., etc.
Desarmar el cuento que ya nos contamos tantas veces y que
nos sabemos de memoria, abandonar el surco del relato fácil repetido tantas
veces, con la intención de ver si podemos leer a nuestro padre con nuevos ojos,
ponernos en su piel y sus zapatos por un rato, y comprender amorosamente por
qué las cosas fueron como fueron…
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