Meses atrás escribí esta frase: “Cuando no comprendemos a
Sagitario volvemos a disociar lo que Escorpio nos obligó a integrar”.
Como punto de inflexión en el Zodíaco, el Signo del
escorpión nos mostró con su crudeza habitual todo lo que Libra había escondido
debajo de la alfombra: muerte, desgarro, abusos y luchas de poder de toda
índole para obtener energía ajena, como el chantaje emocional o la
manipulación, etc., etc.… En definitiva, desplegó ante nosotros todos los
antagonismos que habitan en nuestra consciencia con el fin de que integremos
también todo lo mal llamado “oscuro” o menos “elevado”.
Si Sagitario lo sucede en el orden de la rueda, no podríamos
entonces hablar acá de otra cosa que no sea, precisamente, una integración
amorosa de la Totalidad de quienes somos. Pero…
Supongo que ya tendremos bien claro que una cosa es lo que
las energías nos proponen, y otra muy distinta la forma en que nosotros
reaccionamos a ellas, la utilidad que les damos. Y muchas veces esa distancia
es sideral. Nuestro vínculo con la energía sagitariana es, en ese sentido, un
caso emblemático.
Evidentemente la potencia vital que emerge de la energía
sexual (Escorpio) como posibilitadora de goce y como potencial creadora de
vida, es algo que nos viene aterrando como Humanidad desde los tiempos más
remotos. Llego a esa conclusión observando cómo todas las religiones
(Sagitario) tienen su propio manual de instrucciones de cómo se debe usar, y
cómo no, esa energía.
Años atrás, una alumna, entiendo que canalizando la voz del
Inconsciente Colectivo, me pregunta: “Pero acaso no se necesita a Sagitario
para controlar a Escorpio?”. Quedé atónito…
Todos los cultos que conozco y que visité (Nodo Sur en
Sagitario mediante, antes de huir despavorido), evidencian algún que otro
“problemita” con la temática sexual. Muchos de ellos imponiendo el mandato de
que sólo se puede tener relaciones sexuales para procrear, hasta los que
desaprueban y prohíben determinadas prácticas no del todo “convencionales”,
pasando por los que obligan el celibato a sus feligreses solteros, y los que
consideran al cuarto de baño como, lisa y llanamente, un lugar impuro.
Efectivamente, el inconveniente se plantea con todo lo que
está de la cintura para abajo.
Hablando de todo esto con otra alumna, días atrás, hace
referencia al animal mitológico con el que muchas veces se simboliza al noveno
Signo zodiacal. Y ahí me terminó de cerrar todo...
El centauro es una muy bella manifestación de la síntesis
sagitariana. Representa la unión de la evolución humana, con los aspectos
salvajes e instintivos que también nos habitan… Y precisamente, lo que está del
ombligo hacia abajo en su cuerpo es la parte… ANIMAL.
No me parece menor observar que casi ningún mazo de cartas
de Tarot utiliza esa imagen para graficar al Arcano mayor N° V (sólo conozco el
Mítico de Liz Greene), aquello que une lo terrestre con lo trascendente, y en
la inmensa mayoría vemos la figura del “Papa” o de un Sumo Sacerdote, más
dispuesto a esconder pudorosamente debajo de su larga sotana la parte baja de
su cuerpo, que a proponernos que la integremos.
Lo complejo de esta reacción sintomática ante la potencia
vital escorpiana es que, al mismo tiempo que pretendemos dominar esos impulsos,
estamos bloqueando también nuestra capacidad para materializar, ligada a
nuestra supervivencia… Una vez más, el eje Tauro-Escorpio emerge, a partir del
miedo a la Muerte que nos atraviesa, como, posiblemente, el de más difícil
resolución y asimilación.
Abrazaremos de una vez por todas con absoluta aceptación
amorosa todo lo que emana de nuestras profundidades, o seguiremos eligiendo que
alguien, allá afuera, nos siga dando instrucciones de cómo vivir, sin darnos
permiso para desplegar nuestra sagrada individualidad.
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