domingo, 1 de abril de 2018

EL DILEMA DEL CENTAURO.

© Justo Félix Olivari Tenreiro.

Meses atrás escribí esta frase: “Cuando no comprendemos a Sagitario volvemos a disociar lo que Escorpio nos obligó a integrar”.

Como punto de inflexión en el Zodíaco, el Signo del escorpión nos mostró con su crudeza habitual todo lo que Libra había escondido debajo de la alfombra: muerte, desgarro, abusos y luchas de poder de toda índole para obtener energía ajena, como el chantaje emocional o la manipulación, etc., etc.… En definitiva, desplegó ante nosotros todos los antagonismos que habitan en nuestra consciencia con el fin de que integremos también todo lo mal llamado “oscuro” o menos “elevado”.

Si Sagitario lo sucede en el orden de la rueda, no podríamos entonces hablar acá de otra cosa que no sea, precisamente, una integración amorosa de la Totalidad de quienes somos. Pero…

Supongo que ya tendremos bien claro que una cosa es lo que las energías nos proponen, y otra muy distinta la forma en que nosotros reaccionamos a ellas, la utilidad que les damos. Y muchas veces esa distancia es sideral. Nuestro vínculo con la energía sagitariana es, en ese sentido, un caso emblemático.

Evidentemente la potencia vital que emerge de la energía sexual (Escorpio) como posibilitadora de goce y como potencial creadora de vida, es algo que nos viene aterrando como Humanidad desde los tiempos más remotos. Llego a esa conclusión observando cómo todas las religiones (Sagitario) tienen su propio manual de instrucciones de cómo se debe usar, y cómo no, esa energía.

Años atrás, una alumna, entiendo que canalizando la voz del Inconsciente Colectivo, me pregunta: “Pero acaso no se necesita a Sagitario para controlar a Escorpio?”. Quedé atónito…

Todos los cultos que conozco y que visité (Nodo Sur en Sagitario mediante, antes de huir despavorido), evidencian algún que otro “problemita” con la temática sexual. Muchos de ellos imponiendo el mandato de que sólo se puede tener relaciones sexuales para procrear, hasta los que desaprueban y prohíben determinadas prácticas no del todo “convencionales”, pasando por los que obligan el celibato a sus feligreses solteros, y los que consideran al cuarto de baño como, lisa y llanamente, un lugar impuro.

Efectivamente, el inconveniente se plantea con todo lo que está de la cintura para abajo.

Hablando de todo esto con otra alumna, días atrás, hace referencia al animal mitológico con el que muchas veces se simboliza al noveno Signo zodiacal. Y ahí me terminó de cerrar todo...

El centauro es una muy bella manifestación de la síntesis sagitariana. Representa la unión de la evolución humana, con los aspectos salvajes e instintivos que también nos habitan… Y precisamente, lo que está del ombligo hacia abajo en su cuerpo es la parte… ANIMAL.

No me parece menor observar que casi ningún mazo de cartas de Tarot utiliza esa imagen para graficar al Arcano mayor N° V (sólo conozco el Mítico de Liz Greene), aquello que une lo terrestre con lo trascendente, y en la inmensa mayoría vemos la figura del “Papa” o de un Sumo Sacerdote, más dispuesto a esconder pudorosamente debajo de su larga sotana la parte baja de su cuerpo, que a proponernos que la integremos.

Lo complejo de esta reacción sintomática ante la potencia vital escorpiana es que, al mismo tiempo que pretendemos dominar esos impulsos, estamos bloqueando también nuestra capacidad para materializar, ligada a nuestra supervivencia… Una vez más, el eje Tauro-Escorpio emerge, a partir del miedo a la Muerte que nos atraviesa, como, posiblemente, el de más difícil resolución y asimilación.

Abrazaremos de una vez por todas con absoluta aceptación amorosa todo lo que emana de nuestras profundidades, o seguiremos eligiendo que alguien, allá afuera, nos siga dando instrucciones de cómo vivir, sin darnos permiso para desplegar nuestra sagrada individualidad.


No hay comentarios:

Publicar un comentario