jueves, 22 de marzo de 2018

CORRERÁ SANGRE DE EGOS.

© Justo Félix Olivari Tenreiro.

La mayoría de las personas que pisamos la faz de la Tierra deseamos estar en pareja. Sea por una motivación genuina y una necesidad profunda de nuestro corazón, o porque nos dejamos arrastrar por la marea cultural que nos dice que de esa forma estaremos “completos” y que seremos felices y comeremos perdices.

El problemita de la idealización romántica es que edulcoramos y barnizamos de color rosa lo que en verdad significa estar en una relación de pares.

Más en contacto con la realidad, entonces, la pregunta del millón es: ¿estás en verdad dispuest@ a dejarte transformar por esa relación?

Creer que vamos a poder estar al lado de otra persona, compartiendo e intercambiando nuestras energías de las más diversas formas, incluyendo nuestra desnudez física y nuestra vulnerabilidad afectiva, sin tener que hacer ningún tipo de trabajo, tarea, o esfuerzo para acomodarnos a la nueva situación llamada “nosotros” (en donde existe un otro con sus propias necesidades y deseos), es, lisa y llanamente, un delirio.

El equilibrio de la balanza libriana requiere de un trabajo y una dedicación consciente por parte de cada uno de los implicados.

Si (por poner un ejemplo), pretendo que mi pareja me escuche amorosamente cuando le comunico que algo que hizo me ha molestado, que me registre y que en lo posible no lo vuelva a hacer, pero luego, de manera quejosa, catalogo de “demanda” cada malestar que él o ella necesita comunicarme, aun cuando me lo ha expresado de manera sana y amorosa, no estoy mostrando, precisamente, mucha disposición que digamos para la nutrición de ese “nosotros”.

Está claro que mirarnos el ombligo de manera recurrente, y pretender relacionarnos sanamente, son dos cosas totalmente antitéticas.

Nos guste o no, nuestra pareja SIEMPRE nos trae información sobre nosotros mismos. Tiempo atrás un consultante me cuenta que estaba iniciando una relación con una mujer que vivía haciéndole escándalos desconfiando de él, expresándose sumamente celosa. Esta señorita venía de atravesar una situación muy traumática, cuando descubrió que su propio marido estaba ligado sexualmente con la esposa de su hermano.

En verdad me impactó la nobleza y la franqueza de quien me consultaba. Sabiendo la situación tan dolorosa por la que había atravesado su flamante compañera, bien podría haber atribuido sus ataques de celos a eso. Pero este leal caballero me dijo: “Félix, yo sé perfectamente que hay algo mío que desencadena esa reacción en ella. Tengo muchas puertas abiertas con otras mujeres, tengo varias ‘amigas’ con las que el vínculo está completamente sexualizado, siento que ella lo está percibiendo de algún modo y es por eso por lo que se pone así”.

Podemos ir en procesión a la punta de los Himalayas, hacer 500 años de las más diversas terapias, y sumergirnos en los más disímiles caminos ligados a la “sanación”, pero a la hora de la verdad, entiendo que no existe espacio más estupendo que el de la pareja para saber quién soy, para observar mis sombras y mezquindades, y, aceptando y concibiendo a mi compañer@ como mi Maestr@, ser permeable y estar receptivo a lo que, con su simple presencia, pueda enseñarme.


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