© Justo Félix Olivari Tenreiro.
En nuestra Carta Natal están presentes todas las semillas de
nuestros potenciales. Siempre teniendo en cuenta que dependerá de la evolución
de nuestra Alma y de lo necesarios o no que sean algunos aprendizajes para
nosotros en esta encarnación, podemos ver en la misma lo que está implícito
como posibilidades de desarrollo.
Todos tenemos presentes las doce energías en ese mapa. La
mismísima rueda el Zodíaco dividida en esas doce porciones iguales, y también
los diez planetas que las representan. El porqué de que alguien se pase la vida
entera o gran parte de ella habitando sólo un rinconcito de ese Mandala o que
otra persona tenga el coraje o al menos la curiosidad para recorrer otras
latitudes del mismo abriéndose a dejarse poseer por la mayor cantidad de arquetipos,
es un misterio ante el cual no nos queda más que rendirnos impotentes.
Así, absolutamente todos los seres humanos que pisaron,
pisan y pisarán la faz de la tierra han tenido oportunidades, de diferente
calibre, para tener al menos un acercamiento, por poner un ejemplo, con la
energía de Acuario.
Y todos, también, desde aquellos que ya han nacido siendo
cómplices de lo acuariano, y los otros, los que de a poco hemos sido visitados
por dicha energía en importantes y desequilibrantes tránsitos de Urano tocando
los más claves puntos de nuestro mapa astral, podemos expresar diversas octavas
de la misma.
En verdad creo que nadie humano es capaz de hacerlo de
manera rotunda, es esa misma condición humana la que nos lo impide. Pero una de
las cualidades más hermosas y sublimes que podemos exhibir del eje Leo-Acuario
es algo muy parecido al amor incondicional.
La fogosa pasión leonina que se desprende de un corazón
palpitando inquieto necesita de la presencia y permanencia de ese objeto amado
para confirmarse. Lo que ocurre en Leo, y en la Casa V que le corresponde,
tiene mucho de narcisismo, de necesidad de autorreferencia.
Por otro lado, en Acuario encontramos la capacidad máxima de
desapego y distancia. En el peor de los casos, una dificultad manifiesta o un
miedo patológico a entablar cualquier compromiso. También, una gran destreza
para amar “a distancia”, sea esta física o temporal.
La maestría de esta polaridad, el punto medio de este eje da
como resultado algo inusitado. Y plagado de belleza.
Hemos leído o escuchado millones de veces frases como “Si
amas a alguien déjalo libre”. Qué liberal y evolucionado que suena!! Pero las
miles y miles de personas que han nacido con una matriz vincular ligada a lo
escorpiano (la fusión por excelencia), o a lo pisciano (lo indiferenciado, lo
que no tiene bordes ni límites), se rascan la cabeza pensando de qué se trata y
cómo se hará para llegar a eso.
Una vez más, sea que desde niños esta temática estaba al
alcance de nuestras manos, o que las sucesivas visitas de Urano nos fueron
acercando a ella, si nuestro Corazón leonino es lo suficiente amplio, noble y
leal, podrá ir de a poco deslizándose hacia el centro del Mandala, y percibir
como algo cercano la renuncia a esa necesidad de autoafirmación.
Si logramos mermar la ansiedad de nuestros aspectos más
drásticos y radicales ligados a una defensa reactiva ante el temor a la perdida
de nuestra libertad, podremos tener la certeza de que estamos frente a algo muy
bonito, como lo es, ni más ni menos, abrir las puertas para que alguien venga a
encender la llama que le de calor a nuestro Corazón.
Cuando llegamos al centro de este vaivén, percibimos como
verídico que dos personas se amen intensamente a la distancia, sin haberse
visto personalmente aún.
Y que esas mismas personas u otras puedan decirse, con la
profunda alegría que les da saberse libres, “Te amo profundamente, pero si tu
elijes a otro ser para compartir tu Vida, estaré de todos modos a tu lado
acompañándote y seré muy feliz sabiendo que tú lo estás”.
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