© Justo Félix Olivari Tenreiro.
Le pregunto a una amiga, luego de varios meses de no hablar
con ella, cómo estaba, qué era de su Vida. “A nivel laboral estoy bien, con mi
marido las cosas marchan de manera muy armónica, con mis hijos bien, pero me
quedé sola: con mi madre ya no me hablo, me di cuenta que no puedo contar con
ella, y con mi hermano sólo tenemos un trato comercial¨.
Me llamó muchísimo la atención su relato. Su coyuntura tenía
muchos puntos de armonía y en la misma había mucha gente en la que apoyarse y
con la que poder compartir… Decenas de veces en mi Vida he oído algo similar,
esto de asociar el no tener contacto con los familiares cercanos, o
directamente no tenerlos vivos, con estar solo y casi que abandonado por la
existencia.
Evidentemente se deben estar jugando cuestiones
antropológicas, ancestrales y transpersonales, ligadas a la memoria colectiva
de la tribu, del clan, de donde ser expulsado era casi que sinónimo de muerte.
¿Será también por eso que nos cuesta tanto aceptar a
nuestros padres como son, con sus limitaciones y debilidades? He visto a seres
de las más diversas edades seguir peleándose con ellos en un intento estéril y
obsesivo por querer cambiarlos, no pensando que tal vez lo mejor que pueden
hacer es tomar distancia de ese/esos progenitor/es, siendo que lo único que les
provee es descalificaciones, maltratos y no presencia…
Como así también, sostener y acompañar los procesos de
enfermedad y cercanía a la muerte de esos padres, mucho más allá de sus
posibilidades emocionales, económicas y hasta físicas, empujados casi
ciegamente por esos mandatos que nos sobrevuelan a todos nosotros, los hijos de
la culpógena cultura judeo cristina, más allá de haber recibido una educación
religiosa en nuestra infancia, o no…
Por otro lado veo con enorme frecuencia que confundimos
gordura con hinchazón. En las últimas décadas se han extendido varias
disciplinas terapéuticas y “existenciales” que nos hablan de la necesidad de
perdonar a nuestros padres, de reconciliarnos con ellos, de la importancia de
cerrar esos enojos para nuestro desarrollo personal y hasta profesional.
Será muy difícil que una persona se sienta con disposición
para hacer esa tarea si malentiende que la misma implica, por poner un ejemplo,
volver a tomar un café con el padre que la abusó sexualmente repetidas veces en
su infancia, o ir el domingo a almorzar con la madre cuasi psicópata que no se
detiene un segundo en maltratarla y extorsionarla emocionalmente…
El padre y la madre físicos sólo han sido canales a través
de los cuales encarnamos en este planeta. El proceso de perdón, aceptación,
reconciliación e inclusión de los mismos, del que tanto y tan bien habla Bert
Hellinger, el creador de las Constelaciones Familiares, es un precioso y
sagrado viaje interno que nada tiene que ver con seguir lidiando con sus
incapacidades, neurosis y agresiones.
“Honrarás a tu padre y a tu madre… con reservas”. Liz
Greene* se tomó el sano atrevimiento de modificar, en el comienzo de uno de los
capítulos de un libro de su autoría, la cita bíblica tan mal comprendida por la
mayoría de la Humanidad…
* Liz Greene: reconocida astróloga británica.
Buenas tardes, me gustó tu reflexión, sobre los padres y por ende a sus hijos no siempre bien hallados. Efectivamente lo mas positivo que siento en esas situaciones dolorosas, es nuestro trabajo interior del perdon profundo, de la aceptación a lo que somos,y de la reconciliación. Los tiempos actuales nos mueven de las zonas de confort establecidas por normas sociales, ancestrales y seria de agradecer que cada uno de nosotrospongamis nuestro granito de arena para que la humanidad siga evolucionando...
ResponderEliminarCoincido con tus palabras. Y tengo la misma esperanza que vos. Saludos!
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