© Justo Félix Olivari Tenreiro.
Aun siendo conscientes de que la Astrología es una
disciplina simbólica, nuestra mente, tan acostumbrada a los silogismos, y
nuestro ego, tan impaciente y tan controlador queriendo siempre saber “Qué nos
va a pasar”, parecen deslizarnos fatalmente, como en un tobogán, una y otra
vez, hacia la dirección de lo predictivo y de la estigmatización.
Que sea simbólica significa que cada aspecto que vemos en un
mapa astral tendrá múltiples posibilidades de expresión; y que se manifieste de
una u otra manera dependerá de la mayor o menor identificación que la persona
tenga con las energías implicadas en ese aspecto.
El círculo es un símbolo. Y a cada uno de nosotros la imagen
del círculo nos remitirá a algo diferente. Puedo ver en él a algo que me
contiene, que me envuelve de manera suave, y también puedo concebirlo como algo
asfixiante que me retiene, que no me da margen, que coarta mi libertad…
La energía de Cancer bien podría estar definida por ese
círculo. Ya que Cancer, para hacer su tarea, necesita excluir. Cuando cuidamos
de un recién nacido desde esta energía, lo apartamos de todo aquello que potencialmente
lo pueda dañar, sean temperaturas extremas, ruidos disonantes y elevados, y de
todo maltrato o brusquedad física. En este caso el círculo representa ese borde
amoroso que me cuida y protege.
Entonces Cancer, para hacer su trabajo, necesita de
Capricornio. El útero es una estructura. La caparazón del cangrejo también.
Como así una cuna y la edificación en la que ese bebé se cría y desarrolla, sea
una casa, un departamento, etc.
Sin ese armazón capricorniano, que también nos remite a la
madurez interna mínima que necesitamos tener para poder cuidar a alguien tan
sensible y dependiente, de manera responsable, Cancer no podría manifestarse en
su expresión más cabal y arquetípica.
La capacidad para sentir empatía, calidez, ternura y amor, y
poner esas emociones y sentimientos en actos concretos que nutran y alimenten a
quien necesite ser cuidado, está dada por un corazón blando, que, al igual que
el cuerpo del cangrejo, es protegido por una armadura, en este caso formada por
las costillas.
El sistema óseo del cuerpo humano está regido por
Capricornio. Ese sistema que da sostén y contiene se convertirá en algo
opresivo si estamos polarizados en esa energía. Si Capricornio no toma nada de
Cancer, no será lo suficientemente flexible y dócil para permitirle al cangrejo
romper su caparazón y luego salir en busca de otro más grande, acorde al tamaño
corporal que desarrolló.
Y esa armadura ósea que es el tórax se convertirá en una
muralla que, contracturas musculares y una pobre respiración mediante, comprimirán
al corazón imposibilitándole el acceso a la empatía y la calidez.
Del mismo modo que una educación súper represiva no le
permitirá a ese niño explorar al mundo por sí mismo (teniendo como brújula su
deseo), empobreciendo y castrando su desarrollo como ser libre y autónomo.
La extrema compenetración con Capricornio es la que nos
convierte en autómatas muy dispuestos a hacer, pero con escasísimas
posibilidades de entrar en intimidad emocional, e inclusive, para anoticiarnos
sobre qué es lo que nos pasa a nosotros en ese plano.
Tener una híper afinidad con Capricornio no es más que, en
un punto, estar identificados con una cáscara.
Una vez más, recalcar que para que emerja la expresión más
“iluminada” de cada energía, será imprescindible que su opuesta complementaria
esté también muy bien integrada en nuestra consciencia.
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