© Justo Félix Olivari Tenreiro.
Nunca es fácil abordar una temática que, literalmente,
durante siglos (al menos para la cultura occidental), fue aquello “de lo que no
se habla”. Es muy llamativo observar, por ejemplo, cómo, en uno de los mazos
más antiguos de cartas de Tarot, el de Marsella, el Arcano Mayor número XIII,
La Muerte, es el único que no tiene nombre debajo de la imagen…
Estoy convencido que millones de personas han anhelado
alguna vez, a lo largo de su vida, morirse. Muchas más de las que están
dispuestas a reconocerlo.
Posiblemente lo primero que se nos venga a la cabeza sea la
imagen de alguien sumido en una profunda depresión, y que ha fantaseado con
quitarse la vida concibiendo ese acto como la única salida al infierno que
estaba atravesando. Y están, claro, aquellos que efectivamente lo intentan, con
diferentes resultados.
Otro grupo podría estar formado por aquellos que han pasado
por una situación traumática, muy dolorosa o decepcionante, tal vez la muerte
de un familiar o un ser muy querido, o el “abandono” de su pareja, y que, ante
tamaño sufrimiento desearían desaparecer de la faz de la Tierra sintiendo que
les resulta insoportable atravesar ese proceso de duelo, pero que jamás se les
pasa por la cabeza atentar contra su propia vida.
Entrando al terreno astrológico, hay varios aspectos que
podrían estar obrando para que de algún u otro modo, tengamos la fantasía o el
anhelo de abandonar este mundo.
Todo contacto inarmónico de Saturno con Marte, en donde
prime mucha identificación con el primero, podría conducirnos a algún grado de
“depresión”, más o menos sutil, toda vez que el principio de Eros, representado
por Marte, ha sido constantemente limitado y reprimido.
También, como ya relaté en notas anteriores, quienes tengan
a Kirón en Aries o en la Casa I tendrán que lidiar con la herida de no haber
podido expresar de manera espontánea su libido marciana, precisamente por haber
sido sometidos a esquemas rígidos en su infancia, en donde la responsabilidad y
la exigencia por sobre el placer y el juego, era un mandato a seguir. Sentirán,
en lo más profundo de su Ser, que no tienen derecho a existir.
Pero mi intención al sentarme a escribir esta nota es la de
describir sensaciones y sentimientos que he comprobado, a lo largo de los
últimos años, que comparten muchas personas que no se encuentran en ninguna de
las situaciones antes descriptas.
Hablo de cansancio.
He escuchado a varias de ellas, con enormes cantidades de
energía pisciana, sencillamente agotadas de la vida. Para estos seres, tener
que estar todos o casi todos los días de su vida ocupándose de cuestiones
materiales y “concretas” como salir a hacer las compras, cocinar, lavar su
ropa, ir a pagar los impuestos y los servicios, hacerse presente al menos 5 de
los 7 días de la semana en su puesto de trabajo, etc., etc. es una experiencia
sencillamente desquiciante.
Piscis es, entre tantas otras cosas, el maravilloso Mundo
etéreo en donde no hay nada que hacer. El gran Útero cósmico que nos contiene,
alimenta y reconforta sin que medie acción alguna por parte nuestra. Todo está
dado en ese Paraíso del que nunca hubiéramos querido salir.
También he hablado con personas que han venido a esta
encarnación a hacer un importante aprendizaje relacionado a Capricornio, sea su
Ascendente o alguna configuración planetaria que implique el mismo reto. La
eterna sensación y certeza de que todo lo que se emprenda se logrará sólo
después de un enorme esfuerzo y con una constancia y paciencia infinitas, deja
a estos seres humanos en un estado de cansancio existencial tal vez difícil de
comprender para quien no tenga esa experiencia…
“Sencillamente estoy cansada de vivir. Si mañana me dijeran
que me quedan tres meses de vida no sólo lo tomaría con total naturalidad sino
que además sentiría un gran alivio”, palabras más, palabras menos, lo que me
relató una joven mujer a la que tuve como consultante la semana pasada.
Creo que, más allá de cualquier interpretación psicológica y
astrológica, darnos permiso para hacer contacto con estos sentimientos,
pudiendo ser compasivos con notros mismos, nos proveerá de un gran alivio, como
sucede cada vez que ponemos en palabras y hacemos consciente algo que, por
algún motivo, hemos intentado oprimir dentro nuestro.
Siempre que envolvemos nuestras sombras de manera amorosa y
sin juicio, estaremos abiertos y dispuestos a ser agentes de comprensión y
empatía para con los que estén recorriendo el mismo trayecto vivencial,
ayudándolos a que también estrechen en su corazón aquello de lo que quisieron
escapar.
Quién sabe, a lo mejor entre todos podamos, con el tiempo,
dejar de concebir a La Muerte como algo que nos persigue desde nuestro nacimiento,
y que, de manera nefasta, en algún momento nos va a alcanzar para “quitarnos”
la vida, y la podamos experimentar como a una buena amiga que un día vendrá a
invitarnos a un bello y merecido descanso.
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