viernes, 28 de junio de 2019

BENDITA CASA XI.

© Justo Félix Olivari Tenreiro.

Las relaciones de pareja, a lo largo de la historia de la Humanidad, han sido objeto de extensos estudios, de todo tipo de expresión artística, de motivo de horas y horas de consulta terapéutica…

Alegrías y pesares varios. Ese espacio, tantísimas veces idealizado como un lugar de felicidad última y eterna, es, más bien, el lugar por excelencia en el que tenemos la posibilidad de iluminarnos: ver en cada respuesta y expresión de nuestr@ compañer@ la sublime oportunidad de encontrarnos con lo que está en sombra en nosotros, de sanar en cada uno lo que él o ella me moviliza de manera doliente.

En ese juego de espejos, mucho de nuestro ego se hace girones, mientras recorremos esa montaña rusa de emociones-sentimientos-pensamientos… Y cuando somos incapaces de elaborar esa ensalada vivencial por nosotros mismos en silencio, recurrimos a alguien que nos escuche para poder escucharnos a nosotros mismos, como mínimo, o que nos mime y acaricie con una palabra de aliento o que nos deje con la boca abierta a partir de una lúcida intervención, en el mejor de los casos.

Amiga. Amigo. Red.

Es verdad que lo que nos trae la Casa XI en forma de amistad también nos invita a trabajarnos, pero en la mayoría de los casos los vínculos de “Casa VII”, las relaciones amorosas, nos llevan a niveles de movilización interna miles de veces más amplios…

Será mi configuración energético-astrológica la que ha promovido que desde mi más tierna adolescencia tenga muchas más amigas mujeres que varones… Y me siento todo un agraciado por eso.

La amiga que celebra con vos la felicidad que te acompaña cuando comienzas una relación. La misma que te contiene cuando estás desconcertado ante algún movimiento de tu pareja que no comprendes, es la que luego, llegado el caso, te abraza con infinita ternura cuando es amor lo que sangra, la que te tiene una eterna paciencia en tiempos de obsesión cuando te preguntas una y mil veces si las cosas se van a solucionar, la que te acompaña en un eventual duelo, la que, con dulzura y tacto, te recomienda que sueltes aquello que te está amortajando…

La pasión, compulsión, absorción a la que nos puede llevar un enamoramiento pueden concluir en que desatendamos los nexos de amistad tan valiosos y reconstituyentes…

Hoy me inclino y honro el amor de mis amigos; ¿qué sería de nosotros sin esa red majestuosa? La otra cara de la misma moneda es celebrar gozoso cada uno de sus logros, su evolución en el plano laboral/profesional, su nuevo noviazgo, la mudanza a ese hogar más bonito que tanto deseaban, la conclusión exitosa de sus estudios, y así con todas y cada una de sus bienaventuranzas… Dejando siempre abierto mi Corazón para contenerlos amorosamente en cada pesar por el que elijan transitar…  


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