“Era vegetariana, pero volví a comer carne cuando me di
cuenta de los niveles de violencia que estaba atrayendo” … Esta magistral toma
de consciencia por parte de una mujer con la que tengo el honor de compartir
clases de Astrología, bien sirve para graficar el conflicto universal imperante
respecto a la temática ariana, a nuestra incapacidad para articular
“violencia-pacifismo” en un todo congruente y contenedor.
¿Comer o no comer carne? Eso no tiene la menor importancia;
sí que tengas en claro desde qué nivel de consciencia lo haces o lo dejas de
hacer…
¿Son acaso los actuales mandatarios que levantan las
banderas de la xenofobia, la homofobia y la intolerancia racial, y todos los
tiranos que han surcado la historia de la Humanidad, emergentes de sociedades
violentas, la cara visible de esa intolerancia imperante en esas comunidades?
Definitivamente NO.
Hacer esa lectura de los acontecimientos, es, ni más ni
menos, que seguir pateando la pelota afuera. Esa mirada exorta a cada ciudadano
a trabajar y revisar sus tendencias a la violencia, sus aspectos
intransigentes. O sea, empuja más y más a ese colectivo a abrazar un
“pacifismo” des-integrado y meramente gestual. (Ya sabemos cómo terminaron las
vidas de Gandhi y Lennon, por poner un par de ejemplos, incapaces de asimilar
sus enormes cuotas de violencia pasiva).
Un principio básico de la Astrología Esotérica, del que Jung
habló largo y extenso, afirma que atraeré a mi realidad aquello que no he
logrado integrar. Entonces en esas sociedades una masa crítica, imposibilitada
de asumirse violenta, cruel e intransigente (sea por culpa, por mandatos
religiosos o “espirituosos”), proyecta en otro sector de ese mismo colectivo
esa energía no asumida. Cuando la cantidad de robos, violaciones, asesinatos y
secuestros extorsivos exceden lo que los primeros consideran tolerable, elevan
su reclamo al Cielo clamando por alguien que venga a poner orden en esa
comunidad…
El líder que emergerá en esas circunstancias cumplirá
entonces con el requisito de ser lo suficientemente violento y, sin que le
tiemble el pulso, poseer “mano dura” para “limpiar” de ese territorio a los
malvados delincuentes. O sea, rogamos por un mandatario que ejerza la misma
violencia que cada uno de nosotros se niega a asumir como propia, y que
detestamos y decimos rechazar de esos malvivientes…
El título de esta nota hace referencia a una película
dirigida por Ingmar Bergman del año 1977, y ambientada en la Berlín de los años
20 del Siglo pasado, cuando Hitler empezaba a asomar su cabeza… ¿Cómo fue
posible semejante horror y espanto? ¿Cuál fue el germen de la atrocidad que
ejecutó el nazismo? Una sociedad completamente convencida de su “inocencia”, de
su “pureza”, absolutamente incapaz de asumir siquiera un gramo de sombra u
oscuridad, proyectando todo lo sombrío, imperfecto y umbroso en un “enemigo” al
que había que exterminar.
Violencia pasiva, violencia activa, las dos caras
sobresalientes resultantes de no estrechar armoniosa y amorosamente en nuestro
Ser la totalidad de los matices que nos componen. La mayor intolerancia es la
que ejercemos con nosotros mismos, juzgando y rechazando nuestra completitud,
y, en el caso concreto de la energía ariana, pretendiendo disociarnos de
nuestra condición biológica primaria, nuestra condición animal.
El espanto moderno, actualizando el prehistórico problema de
la culpabilización sobre las facetas agresivas que nos habitan, es comernos al
caníbal convencidos que nos asiste el derecho a hacerlo en nuestra condición de
seres “especiales”, “amorosos”, “pacifistas”, “espirituales”, personas
“normales” que sólo aspiran a vivir en una sociedad armónica y sosegada.
No hay nada más violento que lo que no se asume. La
serpiente está en tu vientre, esperando ver la Luz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario