Semanas atrás compartí con ustedes el momento doloroso por
el que estaba atravesando, y enorme fue la conmoción que me produjo semejante
repercusión (jamás un escrito mío había sido visto por tanta gente), y tan pero
tan bellas y amorosas devoluciones, las que me llevaron semanas enteras poder
procesar y absorber.
Les contabas en ese entonces de las incomodidades
emocionales que me estaba trayendo el tránsito de Saturno sobre mi Luna en
Capricornio natal, amplificadas por el hecho de estar atravesando una “cuarentena”,
proceso posterior al de una sesión de Decodificación Bioemocional, en donde
muchas cosas se acomodan. Pero había algo más…
No lo relaté en su momento porque aún permanecía total y
completamente aturdido por la situación. Entonces, no estaba en condiciones de
nombrarla, de conceptualizarla, de poder darle forma en la palabra. Pero el
dolor que me produjo fue enorme, y una sensación de estupor gigante, desde el
momento en que era algo que jamás me hubiera querido imaginar.
No viene al caso entrar en detalles. En su lugar, una vez
atravesada la peor parte, y ya desde la otra orilla de ese ahogo, prefiero
relatar la infinita riqueza que esa situación me trajo.
Como la mayoría de ustedes saben, Venus estuvo retrogradando
en Escorpio. En mi Carta Natal lo hizo por mi Casa V, hasta llegar al punto de
hacerle una bonita cuadratura a mi Venus natal ni más ni menos que en Leo,
siendo además el regente de esa Casa V leonina… Y dolió, y mucho.
La Gracia de acceder a la información astrológica está dada
en que, a partir de datos que pueden ser, en un principio, meramente
intelectuales, los mismos me han ayudado infinidad de veces a desembocar en la
profunda captación consciente de lo sucedido. Y esta vez eso volvió a suceder…
La Casa V habla de muchas cosas (autoafirmación, expresión
creativa, recreación, hijos, etc.), pero de narcisismo también. Ni hablar del
Signo de Leo, tan bonito en tantos aspectos, tan egocéntrico y autorreferencial
cuando no vibra en plenitud. Y mi lindo Venus habitando ese territorio tan
propio de Reyes, en donde todos somos bastante especiales. “Amor propio”.
Dos días atrás caminaba por un parque cuando ese “insight”
se hizo presente. Por si hacía falta un guiño del destino, esa misma tarde,
hablando con una querida amiga que está atravesando por una situación idéntica,
ambos coincidimos: “En definitiva, ¿qué es eso que tanto nos dolió? El ego!!”.
Las emociones están para ser experimentadas, no
intelectualizadas. Yo me permití nadar en esa aflicción todo el tiempo que lo
necesité. Pero también me resultó maravilloso ver en qué momento, en qué punto
de ese tránsito, estaba deslizándome en la autocompasión, en la lástima de mí
mismo… Un flagelo inútil.
Los milagros existen, titulé este texto. Para la historia de
mi Vida, es todo un acontecimiento haber podido correrme de ese lugar de
autoflagelo, y no sucumbir a la tentación de dejarme atrapar por el arquetipo
de la víctima. Y lo celebro con creces. Y me felicito y me agasajo.
Pero en esa caminata por ese parque sucedió algo más fuerte
y profundo aún. Y acá creo que está el verdadero prodigio, el fenómeno que me
tiene fuertemente conmovido: me vi con la capacidad y hasta en la necesidad de
Honrar y agradecer profundamente a todos los partícipes de esa realidad que
produjo en mí esa herida egoico-narcisita…
La Vida es perfecta. Los tránsitos de los cuerpos celestes
son esa Vida. En pocas semanas Júpiter avanzando en Sagitario le hará un
hermoso trígono a ese mi Venus en Leo natal. Cuán necesario era ese desgarro de
mi ego, puedo verlo ahora!!
Zeus mediante, de ahora en más, que lo que se expanda y se
ensanche sea solamente mi capacidad para amar con esas estupendas cualidades
leoninas: nobleza, lealtad, hidalguía, y profunda honradez…
Imagen: Anahatha o Chakra del Corazón.
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