domingo, 4 de noviembre de 2018

EL I CHING, MI VIDA CON EL MAESTRO.

© Justo Félix Olivari Tenreiro.

Estuve a punto de poner la palabra Dios en lugar de Maestro, pero sé que la misma genera resistencia en muchas personas, además de que podría ser asociada a lo religioso, o sea a un dogma, y nada más lejano de lo que este Libro Sagrado nos ofrece.

Antes que nada, aclarar que no soy un estudioso del mismo, y lo que acá voy a compartir es sólo mi experiencia, desde que lo adopté como una brillante guía para transitar mi existencia.

¿Podemos vincularnos con Él para algo más que averiguar qué nos “va a pasar”? Absolutamente. De hecho, se aconseja no elaborar la pregunta por “sí” o por “no”, ya que la forma que tiene de hablarnos está más relacionada a cómo es menester que nos desempeñemos en cada situación para tener “éxito”.

La contundencia y claridad con la que nos dice las cosas es, por momentos, escalofriante. Posiblemente te sorprenda mucho leer eso, desde el momento en que el mismo tiene la fama de ser complicado y sus mensajes difíciles de entender; de hecho yo mismo, durante muchos años, solía decir que me llevaba muy mal con Él por esa misma razón.

Existen muchos autores, diversos estudiosos tanto orientales como occidentales que han escrito su propia versión del I Ching, con miradas que van difiriendo en aspectos más o menos sutiles. Tal vez haya sido mi Júpiter en XII que siempre me provee de lo que necesito cual Ángel de la Guarda, el que me hizo llegar un compendio, una recopilación con las miradas de muchos de ellos. Y ahí la cosa cambió por completo…

¿Por qué estoy tan feliz y agradecido de haber podido entrar en contacto con el Maestro y dejarme guiar por Él? ¿En qué radica esa plenitud y alegría? En que siguiendo sus palabras, y siendo receptivo a sus consejos, tomé consciencia de que estoy inmerso en un real y verdadero camino ESPIRITUAL.

Aun con nuestras mejores intenciones, y con la firme decisión de no dañar, de no dañarnos, y de movernos con amor y ética por la Vida, nuestro ego muchas veces hace, o nos lleva a hacer las cosas incumpliendo muchos de esos buenos propósitos. El Maestro lo sabe bien, y es por eso que en cada diálogo que establecemos con su amorosa sabiduría, se encarga de recordarnos cuál es la senda de la Virtud.

Meses atrás obtuve el Hexagrama XXl, “La mordedura tajante”. El mismo es una recomendación muy clara, explícita, casi una orden: lo consultado requiere de nosotros un accionar firme, “morder” con decisión aquello que interfiere, impartir justicia, poner un límite claro, y retirarnos de la situación. Pero, aun cuando nos asiste el derecho de penalizar a alguien, el I Ching es igual de claro y concreto cuando nos dice que esa acción debe ser realizada con suavidad y ternura, y con ánimo de perdón.

“No necesitamos ponernos duros con alguien, definiendo qué tipo de persona es. Sólo basta reconocer que no se ha corregido a sí misma. No supervisamos su progreso para medir dónde se encuentra a lo largo del camino. Esta actitud hace imposible mantener la mente abierta, o darle el espacio y el tiempo que necesita para corregirse a sí misma…”, afirma Carol K. Anthony, una de mis autoras favoritas.

Sentí una belleza exquisita. Cuánto amor y respeto en eso de otorgar al otro tiempo y espacio… Y “corregirse a sí mismo”, una expresión repleta de tolerancia y compasión.

El I Ching: un trabajo constante y paciente sobre nuestros defectos de carácter. Una escuela en Valores Humanos.

Este es el link hacia el compendio:



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