“Aire, soñé
por un momento
que era
aire,
oxígeno,
nitrógeno y argón,
sin forma
definida,
ni color…”.
Aire. MECANO.
El deseo
ariano, las necesidades taurinas, el control escorpiano, la obstinación
sagitariana, la culpa pisciana…
Desapego es
un término sumamente eficiente para relatar uno de los más bellos obsequios que
nos trae del Cielo el muy rebelde de Urano. Pero como pasa con todas las
palabras, de tanto repetirlas pierden su impacto allí en donde debe suceder.
“Si ya
entraste en esa sintonía eólica, me dije, si ya sabés de qué se trata el fluir
de saltar de viento en viento y así permanecer eternamente en ese paraíso
gaseoso que solo se y me sostiene, ¿qué tal si pruebo, por una vez, ver qué
pasa si no hago nada, no intentar ni pretender forzar las cosas, no intervenir
en absoluto?
Un paso más
allá en la experiencia acuariana.
No hice nada
por más de un mes, no me propuse tener más consultantes ni alumnos, no publiqué
mis servicios, no perdí ni 10 segundos de mi tiempo en preocupación alguna
respecto a lo económico ni lo laboral… Y la brisa se encargó de que suceda.
Cuando nos
vamos completando a nosotros mismos, cuando más y más porciones zodiacales son
de nuestra propiedad, la posibilidad de elegir emerge como antídoto para la
cruel necesidad. Así, si te apoderas de una Luna nutricia, proveyéndote a ti
mismo calidad y calidez alimentaria afectiva emocional, estar en pareja o no,
por ejemplo, se convierte en una elección frente a la cual tendrás la misma
serenidad ante la posibilidad de que eso suceda, como de que no. Otra vez esa no intervención activa: si ha de acontecer, adelante. Si no ha de pasar nada, todo seguirá en paz de igual modo.
¿Qué significa “desapego” entonces? Equidistancia, el don más sublime y excelso que Urano nos regaló.
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