sábado, 28 de abril de 2018

Apartado número V.

ASCENDENTE EN LEO: ¿Y A MÍ QUIÉN ME MIRA?

© Justo Félix Olivari Tenreiro.

Uno de los tantísimos aportes que nos ofrece la Astrología es el de poder resignificar muchos de los sucesos de nuestra infancia que hemos experimentamos como traumáticos.

Cuando comprendemos que fue nuestra Alma la que eligió determinados aprendizajes, podemos ver como algo absolutamente coherente haber tenido un padre ausente, una madre manipuladora, hermanos con los que tenemos una relación conflictiva, etc., etc. Se nos revela así que esas figuras son absolutamente funcionales, que las características de cada uno de ellos están totalmente a favor de que podamos desarrollar lo que hemos venido a integrar.

No es la excepción de quienes han encarnado para hacer de lo leonido su camino existencial. Si tengo que lograr a lo largo de mi vida brillar con luz propia, y ocupar un lugar central en donde pueda ser reconocido por los otros, necesariamente tengo que nacer en un hogar en donde no sea mirado ni registrado. Será precisamente esa herida la que me impulse a buscar mi centro, mi lugar en el mundo…

Una consultante con este Ascendente tenía una hermana con síndrome de Down. Volvía de la escuela exultante para compartir con sus padres la buena nota que se había sacado en matemáticas, y escuchaba como respuesta: “Es lo menos que podemos esperar, ya que vos sos `normal´…”.

Evidentemente es bastante habitual que los padres pongan excesivo cuidado y atención en hijos que, por alguna circunstancia, podrían sentirse vulnerables o rechazados, como en el caso anterior, en un intento de compensación de esa situación particular.

Años atrás atendí, sucesivamente, a dos hermanas, que a su vez tenían un hermano mayor que había sido adoptado. Sí, claro, ambas tenían Ascendente en Leo, y las dos, cuando les pregunté quién se había llevado todas las miradas de su familia, me respondieron lo mismo: “Mi hermano mayor”.

Posiblemente estos seres sean, en promedio, los que a más temprana edad abandonan el hogar natal. Buscarán así encontrar y encontrarse en espacios en donde los demás tengan registro de ellos, de su presencia y de sus cualidades. Precisamente es la memoria de la simbiosis canceriana de su Casa XII lo que tienen que ir dejando en el pasado para concebir su individualidad.

Pero ese logro puede tardar mucho en llegar. Con no poco pesar verán que en cada nuevo ámbito que exploren se repetirá la misma escena: alguien muy “solar”, sea por capacidades intelectuales, por atributos físicos, etc., será el centro de atracción del grupo, llevándolos a desear nuevamente abandonar ese ambiente, en un peregrinaje que en muchos casos suele ser muy extenso y doloroso.

Así como anhelan fervientemente ocupar, aunque sea por una vez en la vida, ese rol central, tendrán una enorme dificultad, salvo que otros factores de la Carta Natal lo contradigan, para exponerse de modo leonino.

Al mismo tiempo, es realmente llamativo ver cómo la Vida los empujará repetidas veces a que tomen un rol protagónico. Una mujer que frecuentaba desde hacía años un gimnasio, se topa un día en la puerta del mismo con su profesora: “Silvia, tengo que ir de modo urgente a mi casa. Vos que ya te sabés todas la rutinas, ¿no te animás a dar la clase?”. Otra consultante, en pareja con un músico, durante un recital, felizmente perdida en el anonimato del público, se encuentra con que su amando, antes de tocar un tema, le dedica la canción… Y la señala mientras lo hace. Cientos de ojos posados sobre su humanidad…

La resolución de todo este entramado se desenvolverá cuando el portador del Ascendente en Leo finalmente pueda permanecer en un espacio conviviendo con aquel/lla que encarne la cualidad solar de manera evidente, ocupando su propio centro, sin experimentar envidia, resentimiento ni minusvalía, y aportando sus particulares cualidades a ese colectivo.


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