jueves, 12 de octubre de 2017

LA SOMBRA ESCORPIANA (O EL JUEGO VÍCTIMA-VICTIMARIO).

PRIMERA PARTE.

© Justo Félix Olivari Tenreiro.

Si de algo estoy convencido es que una de las tareas más complejas que le puede tocar a un Ser Humano es la de tener que abrazar y comprender a lo largo de su Vida y desde lo más profundo de su Consciencia la energía escorpiana-plutoniana.

Es así desde el momento en que Plutón, regente de Escorpio, como planeta transpersonal, no sólo nos conecta con experiencias propias de esta encarnación, sino que también nos transporta a aquellas impresas en el Inconsciente Colectivo… El juego de Luz y Sombra al que esta energía nos “somete” es sumamente complejo e intenso, y es un intríngulis que viene surcando la historia de la Humanidad desde sus inicios.

Víctima y Victimario, y cómo trascender la ilusión de que sólo pertenecemos a uno de esos polos (y de que hay personas allá afuera que también pertenecen a uno sólo de ellos), requiere de una honestidad y un coraje mayúsculos. Digo esto teniendo en claro que más allá de que muchas personas posean estas virtudes, de lo que carecen es de la información necesaria y pertinente al respecto, puesto que la mayoría de los Seres Humanos pareciera estar todavía eclipsada por el hechizo de esa polarización, dificultando e impidiendo así la posibilidad de esa trascendencia.

Tal vez por mandatos culturales muy añejos, es que el Varón en general, más allá de las excepciones del caso, tiene permiso para ejercer su energía plutoniana (Escorpiana), de una manera física y verbal altisonante. Cuando no puede resolver sus enojos y resentimientos desde la responsabilidad personal, esa postura de víctima eventualmente lo lleva a buscar y encontrar a quien culpar y agredir verbal y/o físicamente, tornándose “victimario” de ese otro/a a quien convierte, a su vez, en su “víctima”.

Y tal vez por los mismos mandatos, la Mujer tiene permiso para ejercer esa misma energía escorpiana/plutoniana de una manera menos “evidente”, o más sutil, pudiendo adoptar la forma de la víctima silenciosa (o no tanto), abnegada que con voz suave (o no tanto), pasa gran parte de su tiempo lamentándose y quejándose de sus dolores y desventuras, hasta encontrar también a quien acusar como autor de los mismos e inyectarle culpa, quien, a su vez, de ese modo, se convierte en su “víctima”, perpetuándose de este modo este círculo un tanto macabro…

Bien nos señala Eugenio Carutti* que tanto el déspota o tirano descalificador que grita e insulta y eventualmente golpea sin remordimiento aparente, como la abuelita sentada en su silla de ruedas manipulando culpógena desde su postura de desvalida a toda su familia, comparten el mismo patrón energético… Distintas formas de “jugar” y desplegar la energía plutoniana, ambas desde su expresión más primaria o menos consciente.

Distintas formas, al fin, de quedarse con la energía ajena, desvitalizando a los “enganchados” en el juego (Claro está que el primero obtiene el rechazo inmediato de la mayoría de la sociedad, mientras la abuela posiblemente nos enternezca y nos arranque comentarios del tipo “Pobre señora”).

¿Cómo salir de esta ilusión, entonces? Es muy probable que quienes estén más dispuestos a escuchar las incómodas verdades imprescindibles para realizar este proceso sean algunos de aquellos que se han identificado a lo largo de su existencia con el polo “blando” de esta energía.

¿Pues, no es hora ya de que nos planteemos qué no estamos viendo? ¿En qué parte de la ilusión “víctima-victimario” nos quedamos atrapados y dormidos?

Si desconozco por completo mi propia energía destructiva me limitaré a atribuírsela a los demás. Si no estoy en contacto con mis propios aspectos más oscuros es muy probable que los proyecte en mi pareja, un jefe, un compañero de trabajo, un amigo, etc, etc. Si no reconozco mi potencial capacidad de ser despiadado y traidor, mis celos, envidia, mi posesividad, mi ferviente deseo de control, atraeré personas que expresen tales rasgos o los haré aflorar en ellas.

Ambas formas me garantizan permanecer en la ilusión de ser “bueno”, “inocente”, “suave”, “espiritual”, y con derecho, por qué no, a acusar a aquel/lla que juegue mi violencia pasiva de todo lo contrario.

Y eso seguramente hará que viva con el temor (pánico) de acercarme o de atraer ese tipo de personas, buscando entonces vincularme con gente que esté parada, existencialmente hablando, en el polo “blando” de este despliegue, lo que, seguramente, hará aflorar esos aspectos que tanto temía y rechazaba, en mí…

Sí, creo que ha llegado la hora de que todos y cada uno de nosotros nos hagamos cargo de nuestra más profunda y “oscura” sombra en el marco de todos nuestros vínculos, si es verdad que queremos que la misma deje de aparecer proyectada en las enormes figuras de poder que en cualquier lugar del Planeta muestran esos comportamientos indignantes, que nos llenan de “im-potencia”, cuando vemos que toman decisiones desde y para su propia conveniencia personal, o que se apropian de recursos que le pertenecen al Colectivo, al conjunto de la sociedad.

Lo que vuelve muy complicada y un tanto dramática esta tarea de hacernos cargo de nuestra más profunda y “oscura” sombra es que ni siquiera contamos con un número importante o significativo de terapeutas, sean psicólogos o de cualquier otra rama y especialidad, o “referentes” de algún tipo, capaces de acompañar procesos como este, de una complejidad e intensidad tan grande que en muchísimos casos la que está en juego es la Vida misma de la persona que transita por ese aprendizaje.

Muchos de aquellos que han nacido con la energía de Escorpio proyectada en su Consciencia, han atraído entonces, desde su más tierna infancia, escenas y personas que la han encarnado. Es el caso típico de las madres muy manipuladoras y culpógenas: por lo general, representan la primera figura de “destino” de ese aprendizaje escorpiano con la que el niño se encuentra en su existencia. Pero si todo se limitara a una madre de esas características, la cosa no sería tan grave…

El punto es que miles de veces, las siguientes personas que encarnan esa energía negada y proyectada, suelen ser abusadores sexuales (en su gran mayoría provenientes del mismo ámbito familiar), o maltratadores psicológicos o físicos, que, claro, muchas veces, en todos estos ejemplos, son los mismísimos padres.

Estos traumas son de una resolución emocional muy compleja, y a muchos de los que los han padecido la Vida se les torna sencillamente insoportable, por sentir que no tienen herramientas para afrontarla con semejantes lastres, fluctuando algunos entre depresiones y fantasías de, cuando no, concretos intentos de suicidio…

*Astrólogo y fundador de Casa XI, escuela argentina de Astrología.


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