PRIMERA PARTE.
© Justo Félix Olivari Tenreiro.
Si de algo estoy convencido es que una de las tareas más
complejas que le puede tocar a un Ser Humano es la de tener que abrazar y
comprender a lo largo de su Vida y desde lo más profundo de su Consciencia la
energía escorpiana-plutoniana.
Es así desde el momento en que Plutón, regente de Escorpio,
como planeta transpersonal, no sólo nos conecta con experiencias propias de
esta encarnación, sino que también nos transporta a aquellas impresas en el
Inconsciente Colectivo… El juego de Luz y Sombra al que esta energía nos
“somete” es sumamente complejo e intenso, y es un intríngulis que viene
surcando la historia de la Humanidad desde sus inicios.
Víctima y Victimario, y cómo trascender la ilusión de que
sólo pertenecemos a uno de esos polos (y de que hay personas allá afuera que
también pertenecen a uno sólo de ellos), requiere de una honestidad y un coraje
mayúsculos. Digo esto teniendo en claro que más allá de que muchas personas
posean estas virtudes, de lo que carecen es de la información necesaria y
pertinente al respecto, puesto que la mayoría de los Seres Humanos pareciera
estar todavía eclipsada por el hechizo de esa polarización, dificultando e
impidiendo así la posibilidad de esa trascendencia.
Tal vez por mandatos culturales muy añejos, es que el Varón
en general, más allá de las excepciones del caso, tiene permiso para ejercer su
energía plutoniana (Escorpiana), de una manera física y verbal altisonante.
Cuando no puede resolver sus enojos y resentimientos desde la responsabilidad personal,
esa postura de víctima eventualmente lo lleva a buscar y encontrar a quien
culpar y agredir verbal y/o físicamente, tornándose “victimario” de ese otro/a
a quien convierte, a su vez, en su “víctima”.
Y tal vez por los mismos mandatos, la Mujer tiene permiso
para ejercer esa misma energía escorpiana/plutoniana de una manera menos
“evidente”, o más sutil, pudiendo adoptar la forma de la víctima silenciosa (o
no tanto), abnegada que con voz suave (o no tanto), pasa gran parte de su
tiempo lamentándose y quejándose de sus dolores y desventuras, hasta encontrar
también a quien acusar como autor de los mismos e inyectarle culpa, quien, a su
vez, de ese modo, se convierte en su “víctima”, perpetuándose de este modo este
círculo un tanto macabro…
Bien nos señala Eugenio Carutti* que tanto el déspota o
tirano descalificador que grita e insulta y eventualmente golpea sin
remordimiento aparente, como la abuelita sentada en su silla de ruedas
manipulando culpógena desde su postura de desvalida a toda su familia,
comparten el mismo patrón energético… Distintas formas de “jugar” y desplegar
la energía plutoniana, ambas desde su expresión más primaria o menos
consciente.
Distintas formas, al fin, de quedarse con la energía ajena,
desvitalizando a los “enganchados” en el juego (Claro está que el primero
obtiene el rechazo inmediato de la mayoría de la sociedad, mientras la abuela
posiblemente nos enternezca y nos arranque comentarios del tipo “Pobre
señora”).
¿Cómo salir de esta ilusión, entonces? Es muy probable que
quienes estén más dispuestos a escuchar las incómodas verdades imprescindibles
para realizar este proceso sean algunos de aquellos que se han identificado a
lo largo de su existencia con el polo “blando” de esta energía.
¿Pues, no es hora ya de que nos planteemos qué no estamos
viendo? ¿En qué parte de la ilusión “víctima-victimario” nos quedamos atrapados
y dormidos?
Si desconozco por completo mi propia energía destructiva me
limitaré a atribuírsela a los demás. Si no estoy en contacto con mis propios
aspectos más oscuros es muy probable que los proyecte en mi pareja, un jefe, un
compañero de trabajo, un amigo, etc, etc. Si no reconozco mi potencial
capacidad de ser despiadado y traidor, mis celos, envidia, mi posesividad, mi
ferviente deseo de control, atraeré personas que expresen tales rasgos o los
haré aflorar en ellas.
Ambas formas me garantizan permanecer en la ilusión de ser
“bueno”, “inocente”, “suave”, “espiritual”, y con derecho, por qué no, a acusar
a aquel/lla que juegue mi violencia pasiva de todo lo contrario.
Y eso seguramente hará que viva con el temor (pánico) de
acercarme o de atraer ese tipo de personas, buscando entonces vincularme con
gente que esté parada, existencialmente hablando, en el polo “blando” de este
despliegue, lo que, seguramente, hará aflorar esos aspectos que tanto temía y
rechazaba, en mí…
Sí, creo que ha llegado la hora de que todos y cada uno de
nosotros nos hagamos cargo de nuestra más profunda y “oscura” sombra en el
marco de todos nuestros vínculos, si es verdad que queremos que la misma deje
de aparecer proyectada en las enormes figuras de poder que en cualquier lugar
del Planeta muestran esos comportamientos indignantes, que nos llenan de
“im-potencia”, cuando vemos que toman decisiones desde y para su propia
conveniencia personal, o que se apropian de recursos que le pertenecen al
Colectivo, al conjunto de la sociedad.
Lo que vuelve muy complicada y un tanto dramática esta tarea
de hacernos cargo de nuestra más profunda y “oscura” sombra es que ni siquiera
contamos con un número importante o significativo de terapeutas, sean
psicólogos o de cualquier otra rama y especialidad, o “referentes” de algún
tipo, capaces de acompañar procesos como este, de una complejidad e intensidad
tan grande que en muchísimos casos la que está en juego es la Vida misma de la
persona que transita por ese aprendizaje.
Muchos de aquellos que han nacido con la energía de Escorpio
proyectada en su Consciencia, han atraído entonces, desde su más tierna
infancia, escenas y personas que la han encarnado. Es el caso típico de las
madres muy manipuladoras y culpógenas: por lo general, representan la primera
figura de “destino” de ese aprendizaje escorpiano con la que el niño se
encuentra en su existencia. Pero si todo se limitara a una madre de esas
características, la cosa no sería tan grave…
El punto es que miles de veces, las siguientes personas que
encarnan esa energía negada y proyectada, suelen ser abusadores sexuales (en su
gran mayoría provenientes del mismo ámbito familiar), o maltratadores
psicológicos o físicos, que, claro, muchas veces, en todos estos ejemplos, son
los mismísimos padres.
Estos traumas son de una resolución emocional muy compleja,
y a muchos de los que los han padecido la Vida se les torna sencillamente
insoportable, por sentir que no tienen herramientas para afrontarla con
semejantes lastres, fluctuando algunos entre depresiones y fantasías de, cuando
no, concretos intentos de suicidio…
*Astrólogo y fundador de Casa XI, escuela argentina de
Astrología.
No hay comentarios:
Publicar un comentario