© Justo Félix Olivari Tenreiro.
Cuando la Astrología no se aborda desde un lugar luminoso se
convierte en una sarta de estigmatizaciones estúpidas y dañinas. Recuerdo haber
leído hace unos años la tapa de un libro: “Las Mujeres son de Venus, los
Hombres son de Marte”.
Me pregunto qué habrá sentido al leer eso (y no me quiero ni
imaginar el contenido del libro), por poner un ejemplo, un varón de unos
dieciocho años (que, como todo adolescente, está en pleno proceso de definir
los bordes de su personalidad), con una Carta Natal repleta de Agua y con una fuerte
impronta venusina…
Mi propio mapa astral tiene una configuración semejante.
Será por eso que, desde muy temprana edad, me ha costado definirme sólo como
“varón”. Ese es un traje de varias tallas menos de las que me corresponden, y
dejar afuera a mi enorme cantidad de energía femenina lo sentiría como algo
opresivo. Yo soy un Ser Humano. Y será por lo mismo que siempre me provocó
cierto “desquicio” ver cómo permanentemente se hace hincapié en las diferencias
entre los dos sexos, como si no existieran muchos grises y enormes puentes que
nos igualan y hermanan.
Observo desde hace años cómo los medios de comunicación en
general, y pseudo astrólogos dedicados a hacer horóscopos, parecieran sentir un
gran morbo al ensanchar esa brecha que, insisto, en el fondo, no es tan amplia.
La pregunta del millón es: cuántos varones son, en lo más
profundo de su ser, una expresión cabal de los aspectos más Yang y
“masculinos”, y cuántos son los que están imposibilitados de tomar contacto con
sus costados empáticos, Ying y sensibles producto de la necesidad de camuflarse
por miedo a no ser aceptados por una sociedad todavía muy machista,
polarizándose entonces, y mostrándose como toscos y muy primitivos
“virginianos” que sólo habitan el plano mental.
La Mujer, sojuzgada durante siglos y siglos, y teniendo aún
mucho camino por recorrer en la conquista de sus derechos, ha logrado en las
últimas décadas un protagonismo desde todo punto de vista inimaginable hace
treinta o cuarenta años.
Lo mismo sucede con el colectivo LGTB; actualmente, por poner
un ejemplo de los logros que tantos años de lucha han conseguido, alrededor de
veinte países han aprobado el llamado “matrimonio igualitario”, otorgándoles a
las parejas homosexuales los mismos derechos que a las heterosexuales.
Pero el Varón sensible pareciera ser una “categoría” de Ser
Humano invisible. Es muy poco lo que se habla y se escribe al respecto. Y en
verdad es una pena que eso suceda, porque ese silencio y esa invisibilidad van
a favor de que nuestra Consciencia colectiva se siga moviendo en ese sistema
binario.
¿Queja o responsabilidad? Responsabilidad. Mientras nos siga
habitando el miedo a ser “diferentes” o “raros” a los ojos de los demás,
seguiremos siendo nosotros mismos los que elijamos vivir en esa especie de
“clandestinidad”, y, en el mejor de los casos, ofreceremos nuestra calidez y
cariño sólo a nuestro círculo más íntimo.
Tenemos que correr el riesgo de mostrarnos vulnerables
frente a otros hombres y es nuestro el deber de dejarle a las generaciones
venideras un espacio mucho más amplio para la expresión de su esencia
amorosa.
La Mujer sometida, maltratada y abusada pide a gritos
anoticiarse de la existencia de, y encontrarse con otro arquetipo de Varón.
Si los comportamientos del “macho” se deben a que padece un
miedo patológico, los Varones sensibles tenemos que tener el coraje suficiente
para hacernos visibles porque podemos hacer un gran aporte al Colectivo,
colaborando conscientemente en el proceso de sanación de la Mujer herida…
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