CAMBIAR Y MORIR EN EL INTENTO.
© Justo Félix Olivari Tenreiro.
La imagen del toro con su inmensa masa nos remite a inercia,
o sea, a la resistencia que ofrece un cuerpo para modificar el estado de reposo
en que se encuentra. En estas pocas palabras está condensada la trama
existencial que asimiló en su pasado quien nació con el Nodo Norte en Escorpio.
Resumiendo, Tauro es quietud y amor por la seguridad. Escorpio es
transformación, muerte y cambio continuo.
¿Qué es lo que nos mostrará en sus años de juventud este
individuo, rememorando su pasada existencia rumiante? Que es más terco que una
mula y que no se moverá, ni aun con el impacto de la bala de un cañón, de su
forma de pensar y de ver las cosas. Que su necesidad de poseerlo todo, sí, a
las personas también, no le permite disfrutar, preocupado por lo que todavía no
posee…
Esa necesidad de adquirir y acumular cosas se convierte así
en un lastre, no registrando la incomodidad que implica eso. Precisamente es
Escorpio, en el Zodíaco, el encargado de cumplir la función de excretar, de
eliminar de nosotros y de nuestra realidad aquello que nos pesa, entorpece la
libre circulación de la energía, y, eventualmente, nos puede intoxicar. (Son
altamente conocidos los problemas de constipación que padecen aquellos que
tienen mucha energía taurina en sus cartas natales…).
Este ser eligió aprender lo que significa que la energía
fluya y circule de manera armónica entre él y los demás. Escorpio y la Casa
VIII nos relatan sobre eso, sobre intercambio y transferencia de energía. O
sea, la capacidad de escuchar y ser escuchado por un otro en un espacio de
intimidad emocional, la posibilidad de hacer transacciones económicas
equilibradas y parejas, en donde nadie abuse ni se aproveche de las necesidades
ajenas, y, también, claro, sobre la sexualidad, intercambio energético por
excelencia.
El encuentro sexual puede proveer un impacto importante en
la consciencia de los que están haciendo este recorrido, ya que en su esencia
representa y resume muchas de las cuestiones que tienen que aprender: dejarse
llevar, prestarse al encuentro con el otro sin tener que “retener” nada, perder
el miedo a la entrega, soltar el control y, finalmente, ceder a la muerte
simbólica que el orgasmo significa…
Seguramente, con el correr de los años, lo que veamos
entonces sea a una persona que ha logrado entrar en contacto con la generosidad
en su más amplio sentido (especialmente en el material), que en lugar de
atrincherarse pesadamente en sus patrones de comportamiento puede ahora
aprender de los demás, que dejó atrás la costumbre de defender a rajatabla sus
puntos de vista y que se ha tomado el trabajo de profundizar y de investigar
diferentes materias, y que, a partir de sus propios pesares y “sufrimientos”,
se ha convertido en alguien más sabio y trascendente...
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