jueves, 9 de marzo de 2017

HACERSE CARGO.

© Justo Félix Olivari Tenreiro.

De manera recurrente, a lo largo del tiempo, vengo hablando de la necesidad de entrar en contacto profundo con las energías zodiacales que solemos llamar “duras” (Aries, Escorpio), a menos que sintamos cierto goce en ser permanentemente manipulados, maltratados, no registrados y violentados, ya que aquello que no abrazamos como propio, llega a nuestras vidas como “destino”…

Veamos qué dice al respecto una eminencia en materia astrológica como Liz Greene.

"BARRERAS Y LÍMITES".

"El enemigo también puede estar fuera y reflejar algo dentro de nosotros. Tal vez, de todos modos tengamos que defendernos contra ese enemigo, aun cuando reconozcamos nuestra secreta afinidad. Sería tonto no hacerlo. Si me estuviera muriendo de hambre, no tuviera un techo y estuviera desesperada, con tres pequeños que cuidar, bien podría verme obligada a robar. Dado que lo reconozco, también puedo ver que sería tonto de mi parte dejar mi BMW en un callejón oscuro con las puertas sin llave.

Del mismo modo, sé que si alguien amenazara mi vida o la de algún ser querido, me defendería y, si fuera necesario, de manera violenta.

Pero, si estuviera tan convencida de mi pureza moral y de mi iluminación espiritual que no pudiese imaginar nada de humanidad compartida con el ladrón o con el criminal, mi arrogancia (que sería una defensa contra los aspectos más primitivos de mi horóscopo), podría misteriosamente activar algo en esa extraña red de conexiones que llamamos "psique colectiva".

Entonces vendrá alguien con mucha energía escorpiana y me hará lo que yo no puedo admitir que le haría a él si estuviera "in extremis".

Tener consciencia no es garantía de protección. Igual podemos sufrir, porque la vida no es justa, y además estamos a merced de nuestra herencia psicológica y del grupo en el cual vivimos. 

Pero, aún sin garantías, al menos sabemos que estamos haciendo nuestro mayor esfuerzo por evitar una invocación inconsciente de lo que no podemos enfrentar en nuestro interior. Siento que, cuando juzgamos a los demás y a las cosas que hacen en su defensa (que a veces son terribles), deberíamos recordar que eso mismo hace el resto de nosotros...”.


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