miércoles, 28 de noviembre de 2018

BARAJAR Y DAR DE NUEVO.

© Justo Félix Olivari Tenreiro.

Volvemos a empezar. ¿Dale que esta vez lo hacemos diferente?

¿Y si ahora cambiamos el índice señalador acusador por la palma de la mano expandida sobre nuestro chackra cardíaco? ¿Y si en lugar de empezar por vos empiezo por mí?

“Pero me da mucho miedo a abrirme, a mostrarme débil, y que te aproveches de esa situación”, es lo que nunca decimos precisamente por ese mismo temor a mostrarnos vulnerables… Pero es un buen lugar por donde empezar. “A mí me pasa lo mismo…”, seguro escucharemos si damos el primer paso.

Te propongo entonces ese pacto de lealtad, sinceridad y respeto. ¿Te animás? El juego se trata de hablar en primera persona del singular. O sea, sólo voy a poder hablar de mí.

No hay motivo alguno para que me meta con vos, aun cuando hayas hecho cosas que me resultaron dolorosas. También eso te lo puedo hacer saber desde mi propia subjetividad, desde mi responsabilidad personal. Sin victimizarme, haciéndome cargo de mi sentir y de mis emociones.

- “Por momentos no me siento escuchado por vos, siento que no registrás lo que te digo que me molesta”.

- “No me gusta que levantes la voz cuando estamos hablando. Por favor tratá de evitar hacerlo. Gracias”.

Si llegaste hasta acá posiblemente hayas observado lo fácil de comprender que es esa consigna. Y tal vez, al igual que yo, te estés preguntando: entonces, ¿por qué no la llevamos a la práctica de manera constante y sostenida?

¿Es nuestro niño/a herido/a tratando de justificarse? ¿A quién le estamos hablando cuando hacemos de un planteo genuino un enjuiciamiento del otro? ¿Es ese nene/a reclamándole a mamá (o a papá, o a la abuela, etc.) que lo mire, que lo registre, que lo trate de otra manera?

¿O acaso la expresión de un aspecto manipulador que aun habita nuestra sombra, y que disfruta robando energía culpando y maniatando a los demás?

¿Mercurio está retrogradando? Qué buen momento para tomarnos unos minutos y reflexionar sobre la forma en la que, muchas veces, nos in-comunicamos, inclusive con las personas a las que más amamos…

Una acusación nos cierra de manera defensiva y paranoide. Tu mano en el pecho, tu sincera vulnerabilidad me abre y me invita a abrazar compasivamente tu dolor y tu fragilidad.

- “Te pido perdón por haber levantado mi tono de voz cada vez que me frustraba que las cosas no fueran como yo quería”.

- “Y yo te pido perdón por no haber tenido la disposición para escucharte de una manera más amorosa y receptiva”.

“Gracias, mil veces gracias por esas disculpas tan sanadoras y reparadoras”, nos diremos abrazados…


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