miércoles, 3 de octubre de 2018

ELOGIO DE LA AUTOCOMPASIÓN.

© Justo Félix Olivari Tenreiro.

La lástima por uno mismo tiene muy mala prensa. Y me parece bien que así sea toda vez que la permanencia en ella sería la puerta de entrada hacia una vivencia personal y hacia la instalación en el rol de víctimas.
Por ejemplo, el programa de 12 Pasos con el que trabajan todas las comunidades de recuperación de adicciones tratan a la también llamada autocompasión como un verdadero veneno; un adicto debe escapar sí o sí de la tentación de verse a sí mismo como un ser desvalido poseído por una enfermedad causado por el daño ajeno. Sólo haciéndose cargo de su responsabilidad podrá entrar y permanecer en esa recuperación que le devolverá la Paz.

Pero también hay otra forma de tomar contacto con ese concepto, si de tener compasión por uno mismo se trata.

Ayer me vi envuelto en un dolor muy profundo, que lejos de ser desgarrador tenía el dulce sabor del amor y de una inmensa ternura por el Félix que alguna vez fui.

Mi presente es próspero desde varios puntos de vista. Desde lo económico hasta lo afectivo, pasando por el plano de la salud y un bienestar generalizado. Feliz de poder solventarme con mi profesión luego de décadas de trabajos en relación de dependencia sólo para ganar el dinero necesario que me permitiera seguir ahondando en ella mientras tanto.

Pero las memorias de la escasez, de la insolvencia en muchos planos distintos y simultáneos no son tan lejanas…

Ayer sentí un profundo amor y una ternura infinita por ese Félix que años atrás racionaba su comida diaria no sabiendo si al día siguiente iba a haber más… Por el Félix que tantas noches se iba a dormir con dolor de cabeza por un vientre crujiente de hambre. Por ese mismo Félix que con la mayor dignidad de la que era capaz, no se quejaba, o a veces sí, claro, por su situación, y seguía adelante bregando y trabajando consigo mismo para que un día esa realidad cambiara y tuviera otra cara…
Lloré desconsoladamente mientas salía corriendo a abrazarlo, a apretujarlo en un abrazo que lo contuviera y en el que se sintiera aprobado y felicitado por tanto valor y coraje, por haber sostenido su decisión cuando dedicarse exclusivamente a la profesión que ama, más allá de esas circunstancias tantas veces extremas, no resistía discusión alguna.

Sostener, contener, apoyar, proteger, amparar a esos otros de nosotros que quedaron agotados, desolados, descorazonados, tristes… Regresar sobre nuestros pasos a recoger los girones que la Vida se llevó… Y volver a tejernos con integridad y gratitud hacia lo que fuimos capaces de transitar y superar.

Mucho se habla y se ha escrito sobre la necesidad de envolver amorosamente a nuestros aspectos más vulnerables y pequeños, de sanar y nutrir a nuestro niño interno, seguro con carencias y necesidades varias. A partir de esto que me sucedió de manera completamente espontánea, me queda claro que hay muchos más aspectos de mi totalidad que están esperando y necesitando esa misma atención tierna y cariñosa…


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