Desde ayer se encuentra en el firmamento esta oposición
planetaria. Como siempre lo digo, Júpiter es tan benéfico y amoroso que aun en
aspecto tenso con planetas “suaves”, nos sigue regalando su magnanimidad…
Tauro es lo “mío”, lo que poseo, lo que siento como propio.
Y el Sol es la identificación leonina con aquello que siento que me pertenece,
y que, entonces, sentiré que debo defender a capa y espada.
Júpiter es generosidad por excelencia. Expansión en su más
pura esencia. Y está transitando ni más ni menos que Escorpio, y, como si fuera
poco, retrogradando, o sea, volviendo sobre sus pasos para invitarnos a un
repaso y revisión de lo vivido.
Escorpio es un Signo tan vincular como el mismísimo Libra:
¿cómo intercambio mi energía con esos “otros” que aparecen en mi vida?
¿No es momento, entonces, de reflexionar sobre nuestras
posturas inflexibles y nuestra resistencia a cambiar de punto de vista, tan
similares a la inercia que posee el rumiante con su inmensa masa corporal?
El “nosotros” escorpiano que está siendo iluminado por el
tan benevolente Zeus nos habla de responsabilidades compartidas, de que todo lo
que nos pudo haber dolido de lo recibido por parte de cualquier otro tiene
algún grado de responsabilidad en mí.
El Sol no es sólo, a Dios gracias, autoafirmación leonina.
El regente del quinto Signo del Zodíaco señala, en el cuerpo humano, al
Corazón.
Es así como entonces tenemos una bellísima oportunidad para
revisar nuestra participación en cualquier suceso vincular doloroso con el
mayor de los amores y cuidados hacia nosotros mismos, comprendiendo que hemos
hecho lo que podíamos y que siempre estamos aprendiendo.
Seguramente será ese trato afable y dulce para con nuestras
conductas el que redunde en la posibilidad de ser igual de compasivos,
empáticos y cariñosos con quien participó de ese mismo entramado energético, y
que hemos experimentado como “heridor”.
A perdonar y perdonarnos se ha dicho!!
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