© Justo Félix Olivari Tenreiro.
Una colega a la que aprecio mucho suele decir que el eje
II-VIII es el de más compleja resolución. En la misma línea, tengo la
convicción rotunda de que el Signo de Escorpio, y más precisamente la Casa
VIII, se presta a enormes malos entendidos.
Los antiguos manuales que sólo enuncian para que memoricemos
y repitamos como loros la describen como la de las herencias, los legados, el
sexo, la muerte, el dinero de nuestra pareja… Pero, ¿alguien sabe cuál es el
concepto profundo que une a todas esas palabras? Es… TRANSFERENCIA DE ENERGÍA!!
La balanza de Libra (Casa VII) nos refiere a que, en su
ideal, todo vínculo tiene que ser JUSTO y PAREJO. Que es el equilibrio entre lo
que somos capaces de dar y recibir el que redundará en la felicidad de ambas
partes implicadas.
El punto es que nos cuesta horrores comprender que LA CASA
VIII TAMBIÉN ES UNA CASA VINCULAR. Y que nos pasamos todos los días de nuestra
vida vinculándonos desde esa Casa VIII con las más diversas personas. Cada vez
que voy a una verdulería a comprar tomates estoy haciendo un intercambio
energético con el verdulero. Algo de mi energía “se pierde” en el dinero que le
entrego, algo de su energía queda “desvitalizada” al entregarme él el kilo de
tomates. Cada uno hizo esa transferencia de energía ya que ambos concebimos esa
transacción como pareja y justa.
Cualquier mortal con dos dedos de frente que sepa que voy
todos los días a una verdulería y dejo 20 dólares arriba del mostrador sin
llevarme mercadería alguna concluirá que estoy loco, o que soy estúpido. La
pregunta que debería hacerse (y que yo me empecé a hacer hace unos cuantos
años) todo ser humano empático es: “¿Acaso yo no hago eso mismo en mis vínculos
personales, sea con amigos, con mi hijo, con mis padres, con mi pareja, con mis
hermanos o en mi trabajo?".
La mayoría de las personas poseídas y muy identificadas con
una energía como la de Piscis padecen un problema con la proporción de las
cosas. El océano pisciano no tiene bordes. Sólo la convención del hombre
determina en qué meridiano termina uno y empieza el otro. Y esa falta de bordes
y de límites se refleja, en el plano de lo vincular, muchas veces como algo
caótico y, finalmente, muy doloroso.
Y si sumamos a esto que la energía pisciana tiene como cara
más primaria la tendencia a caer en el “sacrificio”, promovido a su vez por un
fuerte sentimiento de culpa, la cosa se complica aún más…
Entonces una mujer divorciada no rehace su vida amorosa
porque “se debe” a sus hijos. Alguien con Neptuno en Casa II será capaz de
trabajar 18 hs. por día por una causa que considera noble, sin sentir en ningún
momento que semejante esfuerzo merece una retribución equitativa. Otra persona
rescatará a sus parejas tolerando lo intolerable y haciendo las veces de padre,
madre, terapeuta y proveedor alimenticio y económico por los siglos de los
siglos. Y estará quien sienta un falso orgullo por ser el “psicólogo” de todos
sus amigos, aun cuando eso le reste tiempo para disfrutar del ocio, y para
alimentarse y acostarse a dormir en un horario adecuado… Y así sucesivamente…
Más allá de todas las “polaridades” astrológicas que ya han
sido conceptualizadas, creo que una de las más duras de integrar es la que
representan Piscis-Escorpio, ya que la distancia que existe entre ellas en la
forma de concebir la Vida es mayúscula.
El Escorpio (Casa VIII) bien “entendido” y asimilado, jamás
se quedará en deuda consigo mismo. Podrá vibrar en la generosidad y el amor,
dando desinteresadamente. Pero nunca permanecerá estancado en el rol del
proveedor eterno, ya que le costará mucho drenar de manera infinita su energía
si no siente que haya algo que también lo esté nutriendo a él.
Como no siente culpa, pondrá límites de manera exquisita a
todo aquel que pretenda manipularlo o “robarle” su energía por el medio que sea.
Y se caracteriza por poseer un gran olfato para escrutar a todo aquel que se le
acerca, teniendo el coraje suficiente para cuestionar y hacerse las preguntas
más suspicaces sobre esa otra persona, preguntas que Piscis consideraría
despiadadas.
Tenemos que comprender que por más doloroso y mal oliente
que nos resulte a nosotros, los empáticos, oír siquiera hablar de Escorpio, no
nos queda otra opción que sumergirnos en la sabiduría que está implícita en él,
a no ser que las penosas experiencias que hemos tenido sometiéndonos y
claudicando a nuestros más básicos derechos desde nuestra muy mal entendida
“compasión” todavía no hayan calado todo lo profundo como para hacernos tocar
fondo…
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